sábado, 1 de octubre de 2022

CUERPOS DE ADULTOS CON NIÑOS HERIDOS DENTRO




Nuestro niño interior siempre nos está mirando.

Esperando.

Deseando.

Atrapado en la desesperación, congelado en el dolor, suplicando ser visto.

Condenado a escuchar el disco rayado de voces familiares internalizadas, que a menudo son críticas, hostiles y faltas de compasión.

Perdido en un ciclo interminable de repetición, reviviendo las mismas escenas de pesadilla, aquellas en las que nuestro corazón se rompió y nuestra sensación de unión con el todo se quebrantó.

Mientras tanto, nosotros también estamos perdidos.

Cuerpos de adultos con niños heridos dentro.

Caminando por la vida en piloto automático, rehenes de nuestras compulsiones, miedos y detonantes, presos de nuestra necesidad de escapar, de nuestro dolor silencioso, de nuestro vacío interior.

Debemos encontrarnos el uno al otro si queremos sanar.

El adulto y el niño interior deben volver a conectarse y restablecer el vínculo que se perdió hace tanto tiempo.

Debemos aprender a confiar en nosotros mismos y en el mundo nuevamente, y mientras lo hacemos, encontrar almas compañeras que estén transitando el mismo viaje, para que podamos caminar juntas, para que podamos sostenernos unos a otros en el camino de vuelta al hogar en nuestro corazón.

Sanamos en tribu porque nos necesitamos, para ser vistos, para ser amados, para pertenecer.

La conexión amorosa con uno mismo y con otros seres humanos es nuestro derecho de nacimiento, uno que a algunos, desgraciadamente, se nos negó.

Un derecho que nunca es demasiado tarde para reclamar, para reivindicar y hacer nuestro, ya que es lo único que nos ayudará, finalmente, a sabernos valiosos, merecedores y completos.


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