“Tienes que quererte, dicen, amarte por encima de todo. Y tienes que hacerlo porque de lo contrario, aseguran, nadie lo hará.
Tienes también que curar todas tus heridas: las de la infancia, las de tus caídas, las que dejaron los que se fueron…. porque si no lo haces, te dirán, volverán a salir.
Ah, y olvidar tus historias del pasado, por supuesto. Pues parece lógico que sin crear primero un espacio, nada nuevo podrá entrar.
La verdad es que hay días en los que uno se levanta sintiendo que haga lo que haga siempre faltará un tramo. Que el montón de tareas por hacer siempre será mayor que el montón de las tareas realizadas. Y que o nacimos algo idiotas o simplemente somos insuficientes.
Y cansa. Cansa la sensación de que siempre se debe hacer más. De que el cole nunca acaba. Cansan los «hay que», los «tienes» y los «deberías».
Agota mucho sentir que el amor es una meta y que, hasta que no completemos la carrera y el postgrado de «Autoamor», no podremos disfrutarlo.
Pero no es así. Y un día te darás cuenta.
Verás cómo la vida es más sencilla y que de pronto, en mitad de tu escuela, llega una persona con la que no hace falta ser tan experto ni estar tan curado. Y que funciona.
Una persona que, sin saber por qué ni analizar demasiado, produce en ti un cambio extraordinario. Y que donde antes dudabas ahora confías, donde antes temías ya te lanzas y donde lo que creíste feo en ti ahora te encanta.
Una persona que, como tú, es imperfecta, pero que al hacer contacto contigo crece. Saltando donde un día se escondía, brillando donde antes se apagaba.
Qué bonito es encontrar a dos valientes que descubrieron que no siempre hace falta acabar para empezar. Estar listo para decir «¡Ya».
Qué gran alivio es saber que a veces no es preciso ser tan bueno para jugar, sino encontrar el viento cuando tú eres alas, la barca cuando eres mar.
Qué descanso es aprender que aceptarse es suficiente para disfrutar y comprender que, casi siempre, con dos «almas» que coincidan, basta.”
Fuente: Palabras de Pablo Arribas
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