Foto: Mi bisabuelo Enrique Beltrán Royo con mi madre.
Enrique Beltrán Royo, (1894-1951) era mi bisabuelo materno, aunque me sonaba que era escritor y promotor o defensor del idioma Esperanto, hace poco descubrí en una reunión familiar, que comentaron mis tías y mi madre que escribía obras de teatro y se representaban en los teatros de mi ciudad Valencia (España).
Esto me llamó mucho la atención porque justamente estoy yendo a clases de "teatro" y me hizo gracia la coincidencia. En septiembre-octubre 2021 empecé a ir a clases de "Teatro Holístico".
Pregunte a mis familiares y nadie tenía ninguna obra de él. (Posteriormente me enteré que sí)
Mi madre recordaba el nombre de una obra "Ratolins de casa rica".
En noviembre 2021 empecé a buscar por internet y descubrí que fue un escritor valenciano bastante importante, durante los años 30 se representaron obras suyas en los teatros de Valencia.
Localicé algunas de ellas por internet en anticuario y librerías y las compré.
Foto: Estas son las obras que he podido recuperar:
Foto: Enrique Beltrán Royo con sus nietas Mari Carmen (mi madre), Pepa y Belín, falta Elena que aún no había nacido.
Contexto:
Las dos décadas que comprenden los años que van de 1916 a 1936 representan la época de mayor actividad dramática valenciana. Es el período en que hay más y más prolíficos autores, así como más locales dedicados al cultivo del teatro vernáculo.
La obras de mi bisabuelo Enrique Beltrán que he podido conseguir, se estrenaron en los teatros en esos años 1925, 1927, 1933, 1934.
La guerra civil española (1936-1939) supuso un corte en las actividades dramáticas valencianas. Aún en 1936, por el impulso procedente del período anterior, se estrenaron algunas obras.
En el bienio 1937-1939, muy esporádicamente se estrenan obras valencianas.
"La reina de la colmena" de Enrique Beltrán se estrenó en 1938.
- Contrarietats amoroses (1927)
Fuente: http://valenciacanta.blogspot.com/2013/01/enrique-beltran-contrarietats-amoroses.html
El 13 de septiembre de 1927 se estrenaba en el Teatro Moderno de Valencia, la comedia valenciana en un acto y en prosa "Contrarietats amoroses" (Contrariedades amorosas)", obra del escritor valenciano Enrique Beltrán (1894-1951), autor de gran número de sainetes, muchos de ellos en colaboración con Alfredo Sendín Galiana.
"Contrarietats amoroses" está escrita en Lengua Valenciana, con alguna espardenyá en español; y para facilitar su lectura, pronunciación e interpretación, está impresa atendiendo preferentemente a la parte fonética de la palabra, en vez de la ortográfica.
SINOPSIS
Ricardo e Isabel regentan una pensión en la Valencia de principios del siglo XX, gracias a la cual logran vivir con un cierto desahogo, dándose pretensiones de grandes señores; estos alardes se extienden también hacia su hija, Isabelín, a la que aspiran casar con algún caballero rico y de sangre noble.
Por su parte, Isabelín coquetea con dos de los residentes de la pensión, Agustín y Amadeo, ambos viajantes de comercio, aunque al que realmente ama es a Amadeo; sus padres se oponen tajantemente a sus relaciones, ya que le consideran poca cosa para una chica como ella. Sin embargo, una inesperada tragedia acabará haciéndoles cambiar de opinión.
"Contrarietats amoroses" se la dedicó mi abuelo a su mujer, mi bisabuela Elena y a los hijos que tenía entonces, una de ellos "Carmensita" mi abuela materna y los otros dos Enriquito y Elenín.
«¡Qué más da! de Enrique Beltrán y Alfredo Sendín Galiana»
Fuente: Josep Lluís Sirera Turó: Revista STICHOMYTHIA, 5 (2007) ISSN 1579-7368 215
Los autores y su obra
¡Qué más da! fue escrita conjuntamente por dos dramaturgos bien conocidos en la Valencia de la época. En efecto, Alfredo Sendín Galiana (1903-1985) fue uno de los dramaturgos que a partir de los años veinte cultivó no sólo el sainete (Tonica, «la del llunar»), sino también la comedia (Barraca de fira), la revista («Russafa, Bolsería, Matadero») o el poema dramático (L’hort embruixat). En la mayoría de ellas destaca por su capacidad de retratar costumbres y tipos valencianos del momento, así como por la fuerza humorística de las situaciones y personajes.
Enrique Beltrán (1894-1951), por su parte, se moverá por unos géneros semejantes a los cultivados por Sendín Galiana: el sainete (De la terra del ganxo) o, mejor, la comedia asainetada como califica el propio autor a una de sus mejores obras (Ratolins de casa rica). No obviará tampoco el sainete costumbrista azarzuelado (Sayons i granaeros) o el de actualidad (Distints modos de pensar), e incluso probará suerte con la tragicomedia (L’home de les tres cares).
Ambos autores, además, escribirán también piezas en castellano, bien se tratase de traducciones, bien de obras originales, como las dos escritas en colaboración ya citadas. Igualmente, conviene tener en cuenta que Enrique Beltrán será el traductor al valenciano, el mismo 1936, de Nuestra Natacha de Alejandro Casona.
Autores de éxito y muy apreciados por público y profesión, quiero destacar aquí que frente a la posibilidad de moverse en géneros poco problemáticos (el sainete, la astracanada, el juguete cómico...) y no comprometerse con la causa republicana, probarán suerte con dos obras, dos comedias, en las que la guerra civil y sus consecuencias son mucho más que un simple telón de fondo: son la ocasión para que los personajes cambien de vida en un sentido, para los autores, inequívocamente progresista.
No es aquí el lugar de tratar de La reina de «La Colmena» , pero sí de resaltar algunas coincidencias significativas con ¡Qué más da!: fue estrenada esta en Valencia (el 18 de febrero de 1938) y a poco en Madrid (27 de abril de ese mismo año) por compañías profesionales del prestigio de la de Salvador Soler-Marí y Milagros Leal (en Valencia) y por la de Társila Criado (en Madrid); por su parte, La reina... lo fue el 22 de julio de 1938 en Valencia, por la compañía de Paco Pierrá y Amparito Martí, y en Madrid el 31 de diciembre por la misma compañía. Ambas son calificadas como comedias en tres actos y en prosa y son obras de amplio reparto y muy ambiciosas en todos los sentidos: no podemos olvidar, en efecto, que se trata de obras con un protagonismo femenino muy claro (escritas para Milagros Leal y Amparito Martí respectivamente). Las dos obras, además, fueron editadas el mismo 1938, lo que revela un interés claro, por parte de los autores, de ir más allá de lo puramente circunstancial: su estreno.
No se limitan las analogías, desde luego, a lo estrictamente formal; en efecto, ambas obras giran en torno al tema ya apuntado: la guerra, mejor dicho: las transformaciones sociales y vitales provocadas por el conflicto bélico, se convierte en el desencadenante de una transformación de la protagonista que encuentra en esas nuevas circunstancias la ocasión de dejar a un lado su vida anterior.
Y no sólo esto, dicha transformación las llevará a tratar de difundir lo aprendido entre las personas que las rodean.
¡Qué más da!
En el caso de la obra que aquí se edita, dicha transformación resulta especialmente didáctica:
Florentina, la protagonista, es una adolescente (casi una niña) de familia rica, consentida y sin ninguna habilidad ni preparación para la vida real. La muerte de sus padres, en un bombardeo contra Madrid, la llevará como evacuada, junto con su hermana mayor Elena, hasta la casa de su tío Virgilio en Valencia. La hostilidad de tía y primos, la obligará a tener que renunciar a sus pretensiones de mantener su condición social (pese a ser su familia valenciana más que medianamente acomodada) y se convertirá en criada de su tía. Y allí aprenderá que el trabajo, en lugar de degradar, ennoblece; su madurez la convertirá en tutora de su hermana y hará causa común con los empleados del almacén de su tío. Más aún: pondrá su cultura al servicio de los más débiles: el mozo de almacén y la humilde criada asturiana, a los que enseñará a leer, a escribir y a hacer cuentas.
Florentina, en definitiva, emprenderá una nueva vida, plena en todos los sentidos y comprometida con la causa republicana: conseguirá que su primo Narciso, gracias al amor que siente por Elena, asuma con alegría ser llamado a filas, y plantará cara al ambicioso socio de su tío, Mauricio Zambrano, acaparador de alimentos, que acabará en la cárcel.
Los efectos benéficos de la estancia de la joven en la casa de su tío Virgilio no propiciará tan sólo la reconciliación de este con su familia, sino también que –tras la caída del prepotente Zambrano– Virgilio, al final de la obra, asocie en el negocio a todos los trabajadores:
¡Vosotros!... ¡Mis obreros!... ¡Mis hermanos!... ¡Si con vuestra ayuda gané mi bienestar honradamente, ya es hora de que séais tan dueños como yo.
Sólo con leer las líneas anteriores, podrá colegirse que no nos encontramos ante una obra revolucionaria: lo que propone Virgilio es refundar la empresa, que pasará a llamarse ahora «Canet y compañía», no una colectivización tal como los sindicatos habían puesto en práctica. ¿Se convierte por esta razón la obra en una pieza escapista o equívoca?
Desde luego que no: Beltrán y Sendín Galiana se dirigen a un público, el de las capas medias valencianas, mayoritariamente republicano, progresista en cuestiones culturales e ideológicas, pero muy poco o nada inclinado a la revolución social o a un férreo control ideológico fuese del tipo que fuese. A ellos es, precisamente, a los que hay que convencer y educar en diversos aspectos necesarios para el sostenimiento del esfuerzo bélico y de la legalidad republicana: la generosidad con los evacuados, pese a que algunos no se hagan merecedores a ella; la lucha contra los acaparadores de alimentos; la obligación de los comerciantes de desarrollar sus actividades de la forma más normal posible; la aceptación de la llamada a filas como un deber que honra (Asdrúbal uno de los personajes se encuentra hundido en la melancolía al haber sido rechazado por inútil); la necesidad de trabajar en pro del esfuerzo bélico...
Y todo esto, sin negar, que cada uno de estos deberes puede llegar a ser problemático o contraproducente. Y, sobre todo, sin ocultar una realidad que la maquinaria propagandística se empecinaba en ignorar: la falta de exaltación de muchos (no hay consignas ni estallidos de entusiasmo), la existencia del mercado negro, el ansia de enriquecerse aprovechando todas las posibilidades (como la explotación de los evacuados); la presencia de numerosos individuos (de uno y otro sexo) ociosos y sólo pensando en divertirse pese a la guerra...
La falta de tono panfletario, pues, es posible que a más de un lector le pueda hacer pensar que se encuentra ante una obra poco comprometida con la causa republicana. Queda claro, por lo que acabo de exponer, que este no es mi punto de vista. Todo lo contrario. Nos encontramos ante una interesante obra en la que Florentina se educa gracias a la guerra, pero también educa a su entorno: hace pedagogía activa en ella misma y en los que le rodean. La escena del tercer acto en la que enseña a leer a la criada Mariína es sumamente reveladora a mi entender. Es como si la sombra de Nuestra Natacha fuese alargada y, posiblemente a través de Enrique Beltrán, traductor de la obra casoniana como ya queda dicho, se hiciese presente en esta obra. En plena guerra, los autores confían en la educación como un arma con la que combatir por la legalidad republicana.
Arma que para ser efectiva se combina aquí con una protagonista que juega con la ventaja de sus pocos años para enredar a los otros; con estructuras dramáticas perfectamente reconocibles (la comedia sentimental, el cuadro de costumbres); con personajes igualmente reconocibles, tópicos incluso (el fresco, los señoritos inútiles y ociosos, el seductor, la esposa insatisfecha), pero también entrañables (Manolín, el recadero; Tadeo, el mozo de almacén; Mariína, la doméstica asturiana...);y, en fin, con toques humorísticos de éxito seguro: los problemas de aritmética con ejemplos de productos alimenticios escasos, o los despistes del mozo.
Resumiendo: ¡Qué más da!, como tampoco La reina de «la Colmena», no fueron obras revolucionarias: ni pretendieron innovar desde el punto de vista temático o estético, ni exponer los momentos álgidos (o trágicos) de la revolución que se estaba viviendo en la España leal; tampoco fueron teatro de urgencia o circunstancias, ni siquiera propagandístico. Están escritas ambas, en efecto, para los circuitos profesionales tradicionales, y tratan temas poco menos que universales (el aprendizaje de la vida, los conflictos familiares, el amor...) a través de unos personajes femeninos construidos de acuerdo con bastantes convenciones del género. A cambio, ambas obras (y especialmente la que aquí se edita) nos ofrecen un cuadro de costumbres de la sociedad valenciana en guerra que tiene una originalidad indudable. Como innegable es su compromiso con la República. Una alternativa teatral progresista, una tercera vía entre el teatro revolucionario y el escapista, que ha sido muy poco valorada hasta el momento. Y creo que de forma del todo injusta.
El ejemplar que he conseguido de La reina de "La Colmena" está dedicado y firmado de puño y letra por Alfredo Sendín Galiana.
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Toda esta información he podido recopilar hasta hoy 27/12/2021, seguiré buscando y
leyendo las obras que he conseguido. Orgullosa de mi bisabuelo y de mi familia.
27/12/2021
Actualización 2/06/2022
Después de la publicación de esta entrada una tía mía, Laura Duval Beltrán, prima de mi madre, contactó conmigo para decirme que ella si que tenía obras de Enrique Beltrán, ha conseguido recopilar muchas, más que yo. Laura es hija de Encarna Beltrán Segura, una de las hijas de Enrique Beltrán, ya fallecida. Encarna era hermana de mi abuela materna Carmen también fallecida.
Estas son obras en poder de Laura.